Tal día como el 6 de diciembre del 2003 nos dejaba José María Jiménez. "El Chava". Han pasado siete años desde su desaparición y su recuerdo todavía sigue muy presente para los aficionados al ciclismo. Con el abulense se nos iba el ciclista más carismático de los últimos años. El último romántico. Un corredor exagerado, capaz de poner en pie a todo el público y al día siguiente hundirse sin remedio. Genial, rebelde, soberbio y espectacular, no dejaba indiferente a nadie.
Cada vez que la carretera se empinaba ahí aparecía el Chava para poner la carrera patas arriba. Unos potentes demarrajes que levantaban a todos del sofá y que no tardaron en meterle a toda la afición en el bolsillo. Esa forma de pedalear de pie tan peculiar, siempre erguido y elegante, reflejaban perfectamente una personalidad orgullosa y arrebatadora. Salvaje e imprevisible. Sus 183 centímetros de estatura rompían con el molde del típico escalador.Nacido en El Barraco (Ávila), la tierra que vio nacer a otros mitos como Julio Jiménez o Ángel Arroyo. Campeón de España y cuatro veces rey de la montaña en la Vuelta a España, la prueba que le convirtió en leyenda. Su gran año fue 1998, donde ganó cuatro etapas en la ronda española y terminó tercero. En aquella edición se convirtió en el verdadero protagonista de la carrera, donde atacó sin descanso aunque con ello pusiera en riesgo a su jefe de filas y líder de la general, Abraham Olano, lo que le hizo ganarse numerosas críticas pero, al mismo tiempo, numerosos adeptos.
Si tenía el día era imparable, daba gusto verlo. Pero si no estaba por la labor podían caerle verdaderas minutadas. Allí donde se lo proponía vencía. Genio y figura. Así lo hizo en el Angliru la primera vez que se ascendió en 1999. Tenía una clase y una calidad innatas. Apenas le costaba trabajo coger la forma y aquello resultaba paradójico en un deporte tan sacrificado. Nunca se tomó el ciclismo en serio y por eso nunca le vimos hacer grandes cosas en el Tour u otras carreras. Al Chava le bastaba con ser un ídolo, sentirse querido. Sus juergas nocturnas eran tan sonadas como sus victorias.
A finales de 2001 comenzó su cuesta abajo. Fue alternando depresiones, terminando en manos de las drogas, con periodos en los que pretendía volver a lo más alto. Así hasta el fatídico 6 de diciembre de 2003, cuando la muerte le sobrevino en una clínica de desintoxicación. "Lo que más me fastidia es no haberme equivocado. Lo que más me fastidia es haber acertado, haber previsto todo lo que iba a pasar, haberlo sabido hace cuatro años. Lo que más me fastidia es que todos lo sabíamos y nadie ha podido hacer nada. Porque estaba escrito en su sangre, en sus genes, en su forma exagerada de encarar la vida, que iba a morir joven", comentaba con amargura José Miguel Echávarri, su director de toda la vida en el Banesto.
En mitad de la Vuelta a España 2001, el Chava ya se había apuntado dos triunfos parciales y pidió a su amigo y compañero Pedro Horrillo, que le escribiera un poema. Éste aceptó, pero con la condición de que Jiménez ganase una etapa más. Dicho y hecho. El Chava venció en la cronoescalada a Ordino-Arcalís (Andorra) por delante de su cuñado Carlos Sastre. Fue su décima victoria de etapa en la ronda española. La última de su carrera. Horrillo cumplió su palabra dedicándole estos versos:
Eres tú chabacano
Cual ave fénix errante
Mas no androide sino humano
renace de cenizas ardientes
el Chava, sí, yo, chabacano.
Me enterraréis bajo un foso
Me mandaréis a galeras
criticaréis mil veces mi estampa
mientras la espalda tuerza.
Pero esperad, impaciente,
ilusos, esperad a que alce la mano
entonces vendréis a aplaudirme.
Miradlo, diréis, es él,
chabacano.
Os conozco demasiado, bandidos,
pero no sois vosotros mi mal,
son las piernas, mi sangre,
mis latidos, mis armas, mi querido arsenal
quienes sufren, quienes (si
quieren o no) hacen camino
pero no hay rival, Jiménez.
no pienses, no es nadie,
ni siquiera tu cuñado,
tu único rival eres tú,
Chabacano.
Y subiendo por las laderas,
excitando tu ego,
conjurando el mal,
buscarás tardes de gloria,
días de nunca olvidar
pero encontrarás pozos oscuros,
luces que no verás jamás.
Y te dirás con aire cansado:
hoy no eras tú, chabacano.
Más llegan vientos alpinos
que levantan cenizas al vuelo
y bajo ellas brasas, rescoldos que soplas,
se alza llama al cielo
y besas con rabia tu mano:
hoy si eras tú, chabacano.
Fuente: Javi Cuervo (blogs.terra.es)NUNCA TE OLVIDAREMOS